Más allá del dólar y el empleo - por qué Costa Rica aún mide el pasado de la IED
Artículo publicado originalmente por CRHoy. Link del artículo.
El desfase entre discurso y medición
El informe BZF 2024 celebra que el Régimen de Zona Franca (RZF) representa el 14% del PIB y que el país recibe más del 59% de la inversión extranjera directa (IED) a través de ese régimen.
También enfatiza logros como salarios 1,8 veces superiores al promedio nacional y un crecimiento anual del 9% en empleo directo e indirecto
Sin embargo, estos datos —aunque positivos— reflejan un modelo de medición anclado en el siglo XX. PROCOMER sigue analizando la IED bajo un esquema binario: “zona franca vs. resto del país”, “empleo creado vs. empleo nacional”, “dólares invertidos vs. PIB”. Es un enfoque que mide la magnitud del flujo, pero no su calidad transformadora.
En contraste, mi artículo “Más allá del dólar y el empleo” propone un cambio de paradigma: pasar de cuantificar “cuántos millones y cuántos empleos” a medir cuánto conocimiento, innovación, sostenibilidad y valor agregado deja cada dólar de inversión.
Lo que no mide PROCOMER: el origen del capital y la naturaleza del impacto
Una de las críticas centrales de mi artículo —y ausente por completo en BZF 2024— es la no distinción del origen del capital. PROCOMER no especifica si los flujos de inversión provienen de Estados Unidos, Europa, Asia o fondos regionales. Al no hacerlo, se pierde trazabilidad sobre los verdaderos vínculos productivos y tecnológicos.
Mi enfoque, alineado con el informe The FDI Shake-Up de McKinsey (2025), enfatiza que la procedencia del capital define el tipo de valor que se genera: IED europea tiende a promover sostenibilidad, encadenamientos y transferencia tecnológica, mientras que la estadounidense es más intensiva en eficiencia y retorno financiero
La omisión del origen de capital convierte el análisis nacional en una caja negra: no sabemos qué tipo de país estamos atrayendo. Este vacío impide construir políticas diferenciadas por socio estratégico o sector prioritario.
Las cifras tradicionales: grandes, pero incompletas
El BZF 2024 ofrece datos llamativos:
$12.276 millones de aporte al PIB del régimen
$2,8 de retorno al país por cada dólar exonerado
5.621 millones de dólares en compras locales (24% de crecimiento anual entre 2019 y 2023)
No obstante, ninguna de esas métricas mide lo esencial:
Cuánto valor agregado genera cada dólar invertido;
Cuántas patentes, spin-offs o alianzas con universidades surgen de esa inversión;
Qué porcentaje del CAPEX se destina a automatización, IA o software.
Mi artículo llena ese vacío al proponer nuevos indicadores de éxito, como el valor agregado bruto por empleado IED, la retención laboral, la proporción de compras locales o el porcentaje de inversión en conocimiento
El espejismo del empleo
PROCOMER sigue presentando el empleo directo e indirecto como el principal argumento de legitimidad del régimen. Se reportan más de 119.000 empleos directos y 39.000 indirectos, junto con un salario promedio de $2.075 mensuales frente a $1.157 nacional
Pero como señalo en mi texto, el “dividendo laboral” de la IED se está debilitando: el empleo por millón de dólares invertido cae drásticamente en manufactura avanzada, aunque crece en sectores de software y servicios intensivos en conocimiento
El problema no es que haya menos empleo, sino que las métricas siguen tratando a la automatización como una amenaza en lugar de entenderla como una fuente de productividad, innovación y exportación de capital humano.
Un modelo estadístico que no captura la nueva economía
BZF 2024 mide los encadenamientos locales en términos absolutos (monto de compras) pero no en proporción del total de insumos, ni distingue si esas compras provienen de PYMES locales innovadoras o de proveedores extranjeros reubicados.
Mi marco propone medir el porcentaje de compras nacionales sobre el total, ponderado por nivel tecnológico y valor agregado
Es decir, medir calidad, no cantidad.
Asimismo, el informe de PROCOMER no integra indicadores de sostenibilidad o eficiencia energética, más allá de menciones generales. En cambio, mi propuesta incluye métricas ESG, huella de carbono y reinversión en innovación como componentes del éxito de la IED moderna
Los límites del análisis binario
PROCOMER sigue evaluando la competitividad bajo un enfoque binario —“zona franca” vs. “régimen definitivo”— lo que impide captar la difusión real de capacidades en la economía nacional. No se mide si las empresas del régimen impulsan la productividad del resto del tejido productivo, ni si existen derrames tecnológicos medibles.
Mi enfoque plantea que una agencia moderna de promoción debe pasar de “vender país” a “diseñar ecosistemas”
El éxito no está en el número de empresas atraídas, sino en cómo se integran al sistema de innovación nacional, generando spillovers sostenibles.
Una visión comparada: McKinsey, fDi Intelligence y el futuro de las métricas
El estudio global The FDI Shake-Up (McKinsey, 2025) muestra que el impacto de la IED ya no se mide por la distancia geográfica ni por los montos anunciados, sino por la distancia tecnológica recorrida: cuánto cambia la estructura productiva del país receptor en conocimiento, automatización y exportaciones digitales
Mi propuesta se alinea con esa visión, pero lleva el debate a nivel latinoamericano: plantea medir el valor neto en conocimiento generado por cada inversión, un indicador ausente incluso en los rankings globales de greenfield FDI.
Costa Rica, pese a su liderazgo regional, sigue usando métricas de hace veinte años. BZF 2024 ofrece una radiografía estética, no un análisis sistémico. No mide elasticidades entre IED y productividad, ni distingue entre inversión expansiva (nueva capacidad) y reinversión de utilidades.
El costo de no innovar en medición
La falta de métricas sofisticadas tiene consecuencias:
Los incentivos fiscales se mantienen sin evidencia clara de retorno neto estructural;
Las negociaciones con inversionistas se centran en beneficios tributarios, no en compromisos de transferencia tecnológica;
El debate público se polariza entre “zonas francas sí o no”, sin datos sobre la calidad del impacto.
Mi artículo demuestra que la próxima frontera de la IED no está en atraer más capital, sino en medir mejor su transformación.
Hacia un nuevo contrato estadístico
Costa Rica necesita un sistema de contabilidad de impacto de la IED que incluya:
Origen y destino del capital (para diferenciar cadenas de valor por región);
Tasa de reinversión en innovación;
Elasticidad IED–PIB per cápita;
Encadenamientos ponderados por complejidad tecnológica;
Valor agregado neto de conocimiento (VANC).
Solo así la narrativa de competitividad podrá pasar de sólida a inteligente.
Conclusión
BZF 2024 muestra una Costa Rica orgullosa de su régimen de zonas francas, pero midiendo con reglas del siglo pasado. Más allá del dólar y el empleo propone un salto cualitativo: pasar de la contabilidad del capital a la contabilidad del conocimiento, del empleo al talento, y del monto invertido a la capacidad transformadora.
Hasta que las instituciones adopten estas nuevas métricas, seguiremos celebrando cifras grandes sin entender si realmente estamos transformando nuestra economía o solo administrando un espejismo estadístico de éxito.