La teoría de juegos en todas partes: cómo la repetición, los incentivos y las amenazas moldean guerras, mercados y decisiones humanas

Robert Aumann, Nobel de Economía 2005, cambió la forma en que entendemos los conflictos. Su planteamiento fue disruptivo: la guerra no es irracional, sino una consecuencia lógica de los incentivos, de las expectativas y de los juegos repetitivos entre actores que buscan maximizar sus intereses. Esta visión es tan poderosa que trasciende la política o la guerra. En realidad, la teoría de juegos gobierna casi todos los ámbitos de la vida humana: desde la política fiscal y la competencia empresarial, hasta las relaciones laborales, los mercados financieros y la dinámica de la confianza entre las personas.

La racionalidad del conflicto

Aumann afirma que llamar irracional a la guerra o a la competencia destructiva es un error. Si cada parte cree que su bienestar futuro depende de imponerse hoy, el conflicto se vuelve una opción racional.
Lo mismo ocurre con las guerras comerciales: cuando Estados Unidos impone aranceles a China o la Unión Europea subvenciona la energía verde, ambos creen actuar racionalmente para defender su bienestar estratégico, aun cuando el resultado global sea subóptimo.
El concepto central aquí es el equilibrio estratégico: una situación donde ninguna parte puede mejorar su resultado unilateralmente. En un equilibrio, la tensión puede ser estable, aunque no ideal —exactamente lo que ocurre en la disuasión nuclear o en los oligopolios globales.

Juegos repetitivos y cooperación: la paradoja de la confianza

La gran contribución de Aumann fue demostrar que la repetición genera cooperación.
Cuando los jugadores interactúan una y otra vez, el futuro pesa más que el beneficio inmediato. Una empresa que engaña a sus clientes obtiene una ganancia de corto plazo, pero destruye su reputación y su supervivencia futura.
Este principio, conocido como el Folk Theorem, explica por qué existen normas, contratos y sistemas judiciales. La amenaza creíble de castigo en el futuro (mutual deterrence) hace posible la confianza. En otras palabras: la repetición sustituye al policía.

Ejemplos reales abundan:

  • Los acuerdos comerciales multilaterales (como la OMC o los TLC) son superjuegos repetidos: los países cooperan porque saben que la sanción o la pérdida de acceso futuro a los mercados sería más costosa que cualquier ventaja momentánea.

  • Las relaciones entre marcas y consumidores, donde la reputación es capital. Amazon o Apple pueden sostener precios más altos porque el cliente confía en su cumplimiento constante de promesas.

  • La cooperación climática, donde los países enfrentan un dilema del prisionero planetario: si todos esperan que los demás reduzcan emisiones, nadie lo hará. Solo los acuerdos repetitivos (COPs anuales, metas verificables) permiten avanzar hacia equilibrios cooperativos.

La colusión: cuando la repetición crea alianzas peligrosas

La teoría de juegos también explica la colusión. En mercados con pocos competidores —como aerolíneas, bancos o cementeras— las empresas aprenden a “jugar repetidamente” y, sin comunicarse explícitamente, mantienen precios altos y evitan guerras de precios.
Ejemplo emblemático: el cartel de la OPEP, que funciona como un superjuego donde cada país sabe que si sobreproduce hoy, será castigado con menor cooperación mañana.
Incluso las plataformas digitales exhiben dinámicas colusorias implícitas: algoritmos de fijación de precios “aprenden” de la competencia y terminan coordinando resultados sin intervención humana, un fenómeno que ya preocupa a autoridades antimonopolio.

El equilibrio aquí no es cooperativo por altruismo, sino por miedo: una forma sofisticada de “mutually assured destruction” económica, donde desviarse de la estrategia compartida destruye el beneficio conjunto.

La política, los sindicatos y las empresas: laboratorios vivos

En la política, los partidos enfrentan dilemas de repetición similares. Si uno de ellos incumple pactos tácitos (por ejemplo, respetar turnos o reglas del juego democrático), el otro responderá con castigo, polarización o veto institucional.
En el mundo laboral, los sindicatos y las empresas viven una versión cotidiana del mismo modelo: huelgas, amenazas y negociaciones son movimientos dentro de un juego repetido. La estabilidad llega cuando ambas partes internalizan que castigar al otro reduce el bienestar de ambos.
El caso de General Motors y el sindicato UAW en EE.UU. ilustra bien este punto: después de décadas de huelgas y desconfianza, ambas partes entendieron que la cooperación sostenida generaba beneficios mayores que la confrontación.

De los misiles a los mercados financieros

Durante la Guerra Fría, la teoría del equilibrio de Nash y la disuasión nuclear (MAD: mutually assured destruction) mantuvieron la paz global. Hoy, los mismos principios sostienen la estabilidad financiera:

  • Los bancos centrales juegan un superjuego con los mercados. Si la Reserva Federal cambia bruscamente las tasas, puede provocar una reacción de castigo (fuga de capitales, inflación). Por eso actúa anticipando las respuestas de otros jugadores.

  • Los fondos de inversión también actúan estratégicamente: si todos venden al mismo tiempo, destruyen el valor del mercado; por eso surgen estrategias cooperativas implícitas de estabilización.

Incluso los ratings soberanos reflejan reputación acumulada: países como Chile o Costa Rica cosechan primas menores en sus bonos porque, a lo largo de juegos repetitivos, demostraron cumplir las reglas.

El futuro y la paciencia: el valor del largo plazo

Aumann advierte algo esencial: la cooperación solo es posible cuando el descuento del futuro es bajo.
Cuando las sociedades se vuelven cortoplacistas, pierden la capacidad de sostener equilibrios cooperativos. Esto explica muchos males actuales: corrupción, populismo, especulación financiera o incluso rupturas amorosas impulsivas.
Quien valora más el presente que el mañana destruye las condiciones de confianza.
Por eso, Aumann decía: “Si quieres la paz ahora, nunca la tendrás. Pero si puedes esperar, tal vez la consigas incluso hoy.”

De la teoría a la vida cotidiana

Más allá de la economía, la teoría de juegos describe la naturaleza humana. En las relaciones personales, la reciprocidad —positiva o negativa— surge de interacciones repetidas.

  • Un amigo que miente pierde crédito futuro.

  • Un socio que cumple sistemáticamente construye un equilibrio estable.

  • Un país que respeta sus compromisos atrae inversión. La clave no es la moral, sino los incentivos: el valor del futuro.

Conclusión: comprender el juego para cambiar el resultado

Aumann no nos enseñó a ganar juegos, sino a entender su estructura.
Si queremos sociedades más cooperativas, empresas más éticas y gobiernos más racionales, debemos diseñar incentivos y entornos donde la cooperación sea rentable y la traición costosa.
El conflicto, la corrupción y la guerra no desaparecerán por moralización, sino por rediseño de los juegos que jugamos.

En el fondo, todo sistema —económico, político o humano— es un juego repetido.
Y mientras existan futuros posibles, la racionalidad puede ser el camino más realista hacia la paz.

Sandro Zolezzi

Chileno-Costarricense. Ingeniero Civil-Industrial con énfasis en optimización de recursos de la Universidad de Chile, con una Maestría en Administración de Negocios con énfasis en economía y finanzas del INCAE Business School de Costa Rica.

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