La hora de la verdad para las agencias de inversión en América Latina: medir impacto o quedar atrás

IED

En toda América Latina, las agencias de promoción de inversiones (APIs) proclaman sus éxitos: empresas atraídas, empleos anunciados, montos de inversión comprometidos, misiones realizadas y ferias internacionales. Sin embargo, hay una verdad que nadie se atreve a decir abiertamente: ninguna de estas métricas demuestra impacto real en la economía local. Solo muestran actividad, no resultados. El problema es simple y profundo: la región sigue midiendo su desempeño con indicadores del siglo XX, en un mercado global del siglo XXI. Hoy, mientras la competencia por la inversión extranjera directa (IED) se vuelve más sofisticada, digital y especializada, América Latina continúa reportando logros sin responder la pregunta esencial: ¿Las empresas extranjeras que atrajimos cambiaron la economía local —causalmente— gracias a nuestra agencia?

La mayoría de las APIs no lo sabe. Y no lo sabe porque no evalúa impacto, solo monitorea acciones. La diferencia entre ambos es tan grande como la que existe entre ver y entender. Mi artículo publicado en Columbia FDI Perspectives explica precisamente esta brecha metodológica que hoy amenaza la competitividad de la región. 

La región confunde actividad con impacto — y paga el precio

Monitorear es contar:

  • número de empresas atendidas,

  • visitas guiadas a zonas francas,

  • misiones comerciales,

  • anuncios de inversión,

  • empleos prometidos.

Pero evaluar impacto es determinar, con rigor científico, si una intervención de la API (o de alguna empresa atraída por esa agencia):

  • aumentó la probabilidad real de que la empresa invirtiera en el país,

  • generó empleos formales adicionales,

  • mejoró la productividad local,

  • creó nuevos encadenamientos,

  • elevó la base exportadora,

  • permitió transferencias de tecnología,

  • redujo brechas de talento.

Eso solo puede conocerse comparando contra un contrafactual creíble: un grupo de empresas parecidas que no recibieron intervención. Sin contrafactual no hay impacto. Solo hay narrativa. Lo explico claramente en el artículo de Columbia: “impact evaluations make the invisible visible”. En América Latina, esa invisibilidad sigue dominando el debate.

Sin métodos causales, las APIs están volando a ciegas

La evaluación causal no se hace con presentaciones de PowerPoint ni con encuestas de satisfacción; requiere técnica.

El estándar moderno utiliza:

  • matching estadístico

  • propensity score matching (PSM)

  • diferencias en diferencias (DiD)

  • event studies

  • y en casos complejos, control sintético

Y aquí la región tiene un ejemplo icónico: el caso Intel en Costa Rica. Cuando Intel cerró su planta de manufactura en 2014, muchos pronosticaron un desastre macroeconómico. Pero mi estudio con control sintético mostró que:

  • la economía costarricense creció por encima del escenario contrafactual,

  • gracias al incremento de la productividad total de los factores (PTF)

  • gracias también a la diversificación hacia servicios modernos y dispositivos médicos,

  • y no por la vieja dependencia en manufactura ensambladora.

Este es el poder del contrafactual: revela qué hubiera pasado sin la inversión o sin la política pública, algo imposible de observar a simple vista. Sin estas metodologías, toda API corre el riesgo de atribuirse éxitos que no son suyos, o peor: invisibilizar impactos reales que sí transforman al país.

El error fatal: creer que atraer empresas es suficiente

Hoy las APIs de la región siguen celebrando:

  • número de anuncios,

  • ferias atendidas,

  • visitas guiadas,

  • y cantidad de empleos.

Pero en un mundo donde los servicios modernos, la economía digital y la I+D son los verdaderos motores, estas métricas son insuficientes y engañosas. ¿Por qué? Porque dos empresas pueden crear el mismo número de empleos, pero su impacto puede ser radicalmente distinto:

  • una puede contratar mano de obra a bajo costo sin generar capacidades locales;

  • la otra puede formar talento, crear encadenamientos, aumentar productividad y exportar servicios.

Ambas “cuentan” como éxito. Pero solo una transforma la economía. La región necesita pasar del “cuánto” al “qué impacto tiene”. Y eso solo se sabe con evaluación causal.

¿Qué debe medir una API moderna? Cuatro pilares de impacto

En mi artículo para Columbia propongo cuatro áreas donde las APIs deben medir impacto real: 

(1) Efecto de la asistencia al inversionista

¿La ayuda del API aumentó la probabilidad de que la empresa invirtiera? En Costa Rica, ese efecto fue de +32 puntos porcentuales. Pero casi ningún país de la región lo ha medido.

(2) Productividad y transferencia de conocimiento

¿Las empresas extranjeras aumentan la productividad de proveedores locales?
¿Generan spillovers?
¿Crean movilidad de talento?

(3) Impacto de reformas y advocacy

¿Cerrar brechas de talento, digitalización o costos regulatorios aumenta reinversiones?
¿Las nuevas leyes realmente modifican decisiones de inversión?

(4) Efecto de incentivos fiscales y de política industrial

¿Los incentivos atraen más del valor que cuestan?
¿O solo erosionan la base fiscal?

En América Latina, estas preguntas casi nunca se responden con datos. Y sin datos no hay política pública efectiva. Solo intuición, y en el peor de los casos, ideología.

La urgencia: sin evaluación, las APIs perderán credibilidad internacional

Los grandes fondos, las multinacionales digitales y las empresas de tecnología avanzada no toman decisiones basadas en discursos. Quieren evidencia. Si una API no puede demostrar, con datos causales, que:

  • reduce la asimetría de información

  • mejora trámites,

  • fortalece talento,

  • y facilita operaciones,

entonces su papel se vuelve ornamental.

El mercado global de IED se está moviendo hacia:

  • nearshoring,

  • diseño e innovación,

  • servicios basados en conocimiento,

  • ingeniería,

  • ciberseguridad,

  • inteligencia artificial,

  • data centers.

Estas industrias exigen ecosistemas medibles. Las APIs que no puedan probar su impacto quedarán relegadas a atraer la IED del pasado: ensamblaje, bajo valor agregado, alto riesgo de relocalización y escaso desarrollo local.

Lo que América Latina debe hacer ahora

1. Crear unidades internas de evaluación de impacto

Con economistas, estadísticos y expertos en causalidad, no comunicadores.

2. Construir bases de datos longitudinales

Empresas asistidas, empresas no asistidas, características observables, reinversiones, crecimiento de empleo, exportaciones, encadenamientos.

3. Implementar metodologías rigurosas

PSM, DiD y control sintético.

4. Transparentar resultados, incluso los incómodos

Sin miedo a reconocer fallos: la mejora viene del diagnóstico, no de la narrativa.

5. Alinear incentivos políticos con evidencia

Una API no puede ser una agencia de relaciones públicas; debe ser un centro de excelencia técnica.

Conclusión: medir impacto no es opcional; es supervivencia

La región no puede seguir navegando a ciegas mientras el mundo compite por la IED del futuro.
La evaluación de impacto —con contrafactuales robustos— no es una moda académica:
es la única manera de demostrar que el dinero público invertido en atraer empresas genera valor real. No medir impacto es vivir de slogans. Medirlo es vivir de resultados.

Hoy, las APIs de América Latina enfrentan una decisión existencial: Seguir celebrando actividades…o convertirse en instituciones modernas capaces de transformar economías. El futuro pertenece a los países que eligen lo segundo.

Sandro Zolezzi

Chileno-Costarricense. Ingeniero Civil-Industrial con énfasis en optimización de recursos de la Universidad de Chile, con una Maestría en Administración de Negocios con énfasis en economía y finanzas del INCAE Business School de Costa Rica.

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