Europa Occidental: El cerebro energético de la nueva era digital

El dato que nadie esperaba

Entre enero y septiembre de 2025, Europa Occidental captó más de 100 mil millones de dólares en anuncios de inversión extranjera directa (IED) en centros de datos, representando el 56% del total mundial, según fDi Intelligence. América del Norte, históricamente dominante, quedó muy atrás con un 23%. La pregunta es inevitable: ¿cómo una región con costos energéticos altos, burocracia pesada y crecimiento económico moderado logra atraer la infraestructura más crítica del siglo XXI? La respuesta es contraintuitiva y profundamente estratégica. Europa no gana por costo, sino por confianza, regulación y propósito. Su liderazgo no surge del azar, sino de una combinación de soberanía digital, estabilidad institucional y sofisticación financiera. Europa se convirtió —casi sin que el mundo lo notara— en el nuevo epicentro de la revolución de la inteligencia artificial (IA).

El volumen y la tendencia: la inversión se digitaliza

Solo en 2024, las inversiones en centros de datos europeos superaron los $69 mil millones, y en 2025 ya superan los $101 mil millones, según fDi Markets. Esto representa el crecimiento más rápido en un sector de infraestructura desde la expansión global del internet móvil. En 2023, los proyectos de centros de datos representaban apenas el 7 % del total de la IED tecnológica. En 2025, ya rozan el 22% del total de flujos hacia Europa Occidental. El cambio es estructural: los centros de datos ya no son un soporte operativo, sino el núcleo físico del nuevo capitalismo digital. Cada modelo de IA generativa, cada transacción en la nube, cada algoritmo de predicción necesita electricidad, refrigeración y fibra óptica. Y Europa ofrece eso con un sello institucional que vale oro: previsibilidad.

Primer motor: la soberanía digital como ventaja competitiva

Mientras Estados Unidos privilegió la innovación privada y Asia apostó por la escala industrial, Europa eligió otro camino: la regulación estratégica. El Reglamento General de Protección de Datos (GDPR), las directivas de la Digital Single Market y la Ley de IA de la Unión Europea crearon un entorno donde la confianza es un activo económico. Para las empresas globales, alojar datos en Europa garantiza seguridad jurídica, respeto por la privacidad y cumplimiento normativo. Lo que antes se percibía como una carga burocrática ahora es un sello de confianza global. En una era de ciberataques, manipulación algorítmica y competencia por el dato, Europa logró algo inusual: convertir su rigidez en una ventaja reputacional. Así, la soberanía digital dejó de ser un ideal político y se transformó en una estrategia industrial. Las grandes tecnológicas lo entendieron: Amazon Web Services, Microsoft, Google, Meta y Oracle expandieron sus operaciones en Alemania, Irlanda y España, precisamente por la solidez de su marco regulatorio.

Segundo motor: energía verde y resiliencia eléctrica

Los centros de datos consumen hasta el 3% de la electricidad mundial. Un solo hyperscale data center puede demandar 1 GW anual, equivalente al consumo de una ciudad mediana. Por eso, la elección del sitio no depende solo del costo laboral, sino de la estabilidad energética y la transición verde. Europa Occidental, a pesar de sus altos precios de electricidad, ofrece algo más valioso: seguridad de suministro y acceso a energía limpia.

  • Noruega, Suecia y Finlandia ofrecen electricidad 98 % renovable.

  • España y Portugal están integrando energía solar de bajo costo con redes resilientes.

  • Francia mantiene energía nuclear competitiva y constante.

El resultado es un ecosistema energético robusto, que permite a las tecnológicas cumplir con sus compromisos ESG (ambientales, sociales y de gobernanza). En un mundo donde los inversionistas exigen cero emisiones netas, Europa se posiciona como la capital energética del dato limpio.

Tercer motor: la nueva frontera financiera del capital institucional

Los centros de datos ya no son una infraestructura técnica: son un activo financiero estratégico. Fondos de pensiones, aseguradoras y fondos soberanos los ven como instrumentos de largo plazo con flujos de caja estables, comparables a autopistas o aeropuertos. En 2025, más del 60% del capital invertido en centros de datos en Europa proviene de fondos de infraestructura y Real Estate Investment Trusts (REITs). Esto transforma el mapa financiero:

  • Los proyectos son cada vez más grandes —el 45% supera los $1.000 millones—.

  • El horizonte de retorno es de 15 a 20 años, ideal para capital institucional.

  • La gestión se profesionaliza: se mide en capacidad de energía instalada (MW) más que en superficie construida.

Este fenómeno refleja una mutación profunda del capitalismo contemporáneo: la infraestructura del dato se convierte en la nueva frontera del capital financiero global. Europa, con su seguridad jurídica y estabilidad política, ofrece el terreno más confiable para esta clase de inversión.

El factor IA: catalizador de una carrera planetaria

El detonante inmediato del auge europeo es la explosión de la inteligencia artificial generativa.
Cada modelo de IA (como GPT-4, Gemini o Claude) requiere miles de chips especializados (GPUs), refrigeración líquida y un consumo energético que puede superar el de un país pequeño. Según McKinsey (2025), el mercado global de IA generativa movilizará más de $300 mil millones en inversiones en infraestructura entre 2024 y 2027, y el 40% se destinará a centros de datos. Europa, con sus proyectos alineados a objetivos climáticos, se convierte en el laboratorio más creíble del planeta para IA sostenible.

Esto explica por qué Irlanda, España y los países nórdicos figuran entre los destinos más dinámicos: combinan baja latencia, acceso a renovables y políticas favorables para la innovación responsable. El mensaje es claro: en la era de la IA, la energía y la ética valen más que el precio del suelo o la tasa de impuestos.

El lado oscuro del liderazgo europeo

Pero este éxito también trae sombras.

  • Consumo energético: la Agencia Internacional de Energía estima que para 2030 los centros de datos europeos podrían duplicar su consumo actual, alcanzando el 6% de la demanda total.

  • Poca creación de empleo directo: cada $100 millones invertidos genera apenas 30-40 empleos, comparado con 200 en manufactura avanzada.

  • Desigualdad geográfica: el 80% de la capacidad instalada se concentra en solo cinco ciudades (Frankfurt, Londres, Ámsterdam, París y Dublín).

  • Conflictos locales: en Irlanda y Países Bajos, comunidades y ambientalistas se oponen a nuevos proyectos por presión sobre la red eléctrica y el uso de agua.

Europa gana en reputación y en flujos financieros, pero su retorno social directo es limitado. La gran pregunta será si logra transformar esta inversión masiva en valor productivo, innovación y empleo calificado.

Lecciones disruptivas para América Latina

El liderazgo europeo ofrece advertencias y oportunidades para América Latina y el Caribe:

a) Dejar de competir por costo y comenzar a competir por confianza

Las economías latinoamericanas deben entender que el atractivo para la IED digital no está en los incentivos fiscales, sino en la certidumbre institucional. Un país con electricidad limpia, reglas claras y respeto al dato personal atraerá más inversión que otro con exenciones fiscales y leyes volátiles.

b) Invertir en infraestructura eléctrica y digital, no solo en promoción

Sin capacidad energética firme y conectividad internacional, ningún país podrá aspirar a atraer centros de datos de IA o servicios modernos de alto valor. Costa Rica, Panamá y Uruguay están mejor posicionados para dar ese salto si combinan renovables, talento digital y estabilidad política.

c) Crear ventajas comparativas dinámicas

América Latina no debe replicar el modelo europeo hyperscale, sino diseñar modelos de nicho:

  • Data centers regionales soberanos que resguarden información latinoamericana;

  • Hubs de edge computing para reducir latencia en servicios de IA locales;

  • Clústeres de IA aplicada para educación, agricultura o salud pública.

d) Atraer IED responsable y con propósito

La región puede ofrecer algo que Europa no: sentido de propósito humano y territorial. Si la IA redefine la productividad, América Latina puede redefinir el equilibrio entre tecnología, comunidad y sostenibilidad.

Conclusión: la revolución silenciosa de la confianza

Europa Occidental lidera la inversión global en centros de datos no por suerte ni por subsidios, sino por una ventaja intangible: la confianza. Confianza en su Estado de derecho, en su regulación, en su energía limpia y en su visión de futuro. Mientras otras regiones siguen apostando por competir en costos o incentivos, Europa demuestra que la verdadera ventaja competitiva en la economía digital es la coherencia entre palabra y acción.

América Latina tiene una oportunidad única: aprender de este modelo y adaptarlo a su realidad. El desafío no es construir más edificios de servidores, sino crear ecosistemas donde el dato, la energía y la ética convivan en armonía.

Europa apostó por la estabilidad cuando el mundo corría por la velocidad. Y hoy, en plena era de la IA, esa elección se convirtió en su mayor activo.

Sandro Zolezzi

Chileno-Costarricense. Ingeniero Civil-Industrial con énfasis en optimización de recursos de la Universidad de Chile, con una Maestría en Administración de Negocios con énfasis en economía y finanzas del INCAE Business School de Costa Rica.

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