El nuevo orden de la IED: inversiones que modelan la economía futura
Las inversiones extranjeras directas (IED) vienen entrando en una nueva fase: no se trata solo de capital, sino de poder estratégico, de soberanía tecnológica y de apuestas a futuro. El reciente informe de McKinsey (septiembre 2025) “The FDI shake-up” analiza más de 200.000 proyectos de IED anunciados entre 2015 y mayo de 2025 y revela un cambio sustancial en los destinos industriales del capital exterior.
Este cambio es una gran ventana de oportunidad para países emergentes: si saben leer el mapa, pueden convertirse en nodos preferidos para la nueva IED de alto valor agregado. Pero ojo: lo que no logra quedarse, no transforma.
1. El foco se mueve: de lo convencional a lo “future-shaping”
Una de las constataciones más potentes del informe es que, desde 2022, tres cuartas partes de los anuncios de IED totalmente nueva (greenfield) se dirigen a industrias que moldearán el futuro: semiconductores, baterías, fabricantes de vehículos eléctricos, data centers, tecnología avanzada y energías bajas en carbono. Mientras antes solo alrededor de la mitad del capital extranjero iba hacia esas áreas de punta, ahora representan la mayoría. En paralelo, las inversiones en manufacturas convencionales, servicios operativos o productos básicos han retrocedido en su participación relativa.
Para países como Costa Rica, esta es una llamada clara: la competencia global no será por quién produce más fruta, plátano o alimentos básicos, sino quién logra atraer capacidades tecnológicas y digitales.
2. Megaproyectos, concentración de valor e impacto geo-industrial
McKinsey señala que los megaproyectos (proyectos que superan los $1.000 millones) representan apenas 1% del número de operaciones, pero constituyen casi la mitad del valor total anunciado. Eso implica que para atraer IED relevante no basta competir por volumen: hay que competir por proyectos de gran escala, porque son los que reescriben el mapa industrial. Además, estos megaproyectos tienden a concentrarse en países con estabilidad institucional, ecosistemas tecnológicos y capacidad de absorción. No es casualidad que muchas de estas inversiones apunten a hub estratégicos en Asia, EE.UU. y Europa.
3. Geopolítica importa más que la geografía clásica
El informe demuestra que, desde 2017, la distancia geopolítica recorrida por los anuncios de IED ha caído más rápido que la distancia física del comercio de bienes. Es decir, las empresas prefieren socios más alineados políticamente antes que más lejanos geográficamente. Por ejemplo, inversiones entre economías avanzadas han incrementado, mientras que flujos hacia China desde muchos países occidentales bajaron casi 70%. China, a su vez, ha pivotado: de receptor neto a inversor externo en tecnologías emergentes, especialmente hacia Europa, Latinoamérica y Medio Oriente.
Para Costa Rica (y Centroamérica), esto significa que no basta con tener ventajas naturales; hay que demostrar alineación estratégica, seguridad regulatoria y credibilidad geopolítica. Esa confianza global se convierte en un activo estratégico para atraer capital inteligente.
4. Proyectos anunciados ≠ capital ejecutado… pero son una señal fuerte
McKinsey advierte algo que ya conocemos: los anuncios de IED no siempre se concretan en su totalidad. Algunas promesas nunca llegan, otras se ajustan, y algunas partes (infraestructura, costos colaterales) se quedan en estimaciones optimistas. Sin embargo, el historial sugiere que entre 60% y 80% de esos anuncios efectivamente llegan a materializarse en inversiones reales, especialmente en sectores estratégicos donde el riesgo es alto y el seguimiento estatal es fuerte.
Por eso, los análisis deben considerar no solo la cifra de IED anunciada, sino también ajustar la tasa de realización según los riesgos locales; esta será la “corrección por realidad”.
5. Valor comparativo: los países emergentes dependen más de IED
Otro hallazgo crucial: en muchas economías emergentes, la proporción de capital invertido que proviene del exterior en industrias de punta es mucho mayor que en los países desarrollados. McKinsey calcula que la relación entre anuncios de IED y gasto total de capital es mucho más alta en emergentes, especialmente fuera de EE.UU. y China. Eso sugiere que en regiones como Latinoamérica, cada dólar de IED tiene multiplicadores de transformación mucho más intensos —mientras esos países puedan absorberlo bien.
6. Implicaciones estratégicas para países que quieren atraer IED de calidad
Con base en ese diagnóstico, este sería el camino como estratega de IED:
a) Identificar nichos estratégicos locales
No esperar atraer una planta global de chips mañana; pero sí pueden apuntar a componentes de baterías, ensamblaje de hardware complementario, servicios de apoyo (software, backend, logística avanzada).
b) Construir confianza estratégica geopolítica
Modernizar marcos legales, asegurar estabilidad regulatoria y alinearse con estándares ambientales/digitales. Eso puede convertirlos en un socio más atractivo que muchos destinos netamente más baratos.
c) Priorizar la calidad sobre la cantidad
Preferir menos proyectos grandes bien calibrados que docenas de inversiones pequeñas sin coordinación. Los megaproyectos aportan palancas estructurales.
d) Monitorear la tasa de realización
Incluir en los modelos estimaciones conservadoras de cuánto realmente se concretará, y utilizar benchmarks (60%–80% según McKinsey) para ajustar expectativas.
e) Reforzar encadenamientos internos
La IED no basta si no genera transferencia: exige alianzas con universidades, incentivos a proveedores locales de alto nivel, políticas de contenido local y mecanismos de capacitación.
f) Diseñar políticas de “aftercare” robustas
Una vez que la inversión está activa, el rol es sostenerla: facilitar permisos, infraestructura, resolver cuellos de botella, y asegurar que el destino siga siendo competitivo con el tiempo.
7. Qué puede significar esto para Costa Rica / Centroamérica
Para los formuladores centroamericanos, este informe es un mapa estratégico. Aquí algunas reflexiones:
Si las IED globales se reorientan hacia tecnologías profundas, se puede posicionar a Costa Rica como hub regional de semiconductores ligeros, data centers, baterías de nicho o tecnologías limpias asociadas.
Pero no basta con ser “verde” o “digital”: cada país de la región debe demostrar capacidad industrial de absorción, talento calificado y credibilidad estratégica.
En futuros informes de IED, pueden separar no solo entre “capital nuevo / préstamos / reinversión”, sino también entre “sectores convencionales vs sectores future-shaping” al interior de cada país.
Al diagnosticar nuevos proyectos, validar su escala esperada, su tasa de realización proyectada y sus encadenamientos internos — no se deben aceptar promesas sin plan estructurado.
Epílogo: El momento es ahora
McKinsey no presenta una moda pasajera: lo que describe es una reordenación estructural del capital global. El que capte una cuota significativa de esas inversiones será parte del nuevo mapa industrial mundial.