El auge silencioso: ¿por qué la IED en tecnología militar está explotando?
En la era post-2020, una oleada de gasto militar sin precedentes se impone como nuevo vector global de inversión productiva. Según fDi Intelligence, en 2023 se registraron más de 100 proyectos de IED totalmente nuevos en el sector espacial y defensa, por un monto comprometido de $2,6 mil millones, frente a US $1,1 mil millones en 2022. Esta cifra —aunque pequeña comparada con la inversión total mundial— es significativa porque revela un cambio de paradigma: la industria de defensa ha dejado de ser un nicho estratégico exclusivamente público para convertirse en un activo transnacional de IED.
¿Qué cataliza este fenómeno? Tres tendencias estructurales lo explican: (1) el rearme europeo y el aumento de presupuestos militares, (2) la presión geopolítica que obliga a modernizar equipos, y (3) la disrupción tecnológica que transforma armas, satélites, drones y ciberseguridad en plataformas replicables en negocios globales.
Rearme y presupuestos que baten récords
El ingreso de Ucrania en la guerra con Rusia y la tensión creciente en el Indo-Pacífico han impulsado a los miembros de la alianza NATO (y otros países aliados) a incrementar sus partidas para defensa. En 2023, el gasto real en defensa de los países europeos y Canadá se elevó un 11% hasta alcanzar los $369 mil millones. Esto ha generado una demanda explosiva para modernizar arsenales: misiles, artillería, sistemas de defensa aérea, vehículos blindados, satélites militares, software de mando y control, inteligencia artificial aplicada a la vigilancia, y drones autónomos.
Modernización tecnológica: el salto hacia lo digital
La industria de defensa ya no se reduce a fabricar tanques y fusiles; su frontera es hoy la fusión de hardware avanzado, inteligencia artificial, satélites, robótica y red de redes. Según el mismo análisis de fDi Intelligence, los proyectos de IED en defensa abarcan desde la fabricación de armas y municiones, hasta I + D en drones, satélites y tecnologías de guerra moderna. En este sentido, los países que ajustan sus políticas para atraer este tipo de inversión —ya no solo como proveedor de mano de obra barata, sino como nodo tecnológico avanzado— están captando IED de alta intensidad de capital y alto contenido tecnológico.
Inversión extranjera directa militar: ¿nuevo activo de globalización?
Cuando la IED tradicional en manufactura ha perdido brillo por la automatización, la IED militar emerge como nuevo activo estratégico global. Estados que quieren asegurar cadenas críticas —chips, satélites, sensores— están dispuestos a atraer inversiones externas en defensa. Un ejemplo es la empresa alemana Rheinmetall, que en 2023 recibió órdenes por €10 mil millones del gobierno alemán y prevé €15 mil millones en 2024. Esa necesidad de escala y modernización lleva a despliegues globales de inversión en alta tecnología militar.
Predicciones disruptivas: hacia dónde va la IED en defensa
Basado en estos indicadores, podemos anticipar al menos tres vectores de cambio que configurarán la IED militar en la próxima década:
Deslocalización de producción avanzada: los países que logren posicionarse como hubs para fabricación de municiones de precisión, satélites militares y sistemas autónomos de vigilancia se convertirán en imanes de IED. Por ejemplo, Europa del Este, África meridional y Asia-Pacífico pueden emerger como localizaciones competitivas si ofrecen condiciones de seguridad, incentivos y talento especializado.
Especialización en doble uso (dual use): tecnologías militares tienen cada vez mayor convergencia con las civiles (IA, semiconductores, robótica, satélites). Esto abre espacio para que inversores externos apuesten por plataformas duales, facilitando el flujo de IED de defensa bajo marcos civiles de inversión. Las empresas de drones, por ejemplo, operan en vigilancia civil y militar.
Cadenas globales de I + D y capital humano: atraer IED de defensa implicará más que fábricas; exigirá centros de I + D, software de guerra, simuladores, data centers especializados en inteligencia de señales. La competencia por talento se intensificará y los países que no desarrollen competencias de I + D militar se quedarán rezagados.
Implicaciones estratégicas y de política económica
Este auge de la IED militar plantea desafíos y oportunidades para las economías abiertas pequeñas y medianas:
Necesidad de crear ecosistemas de defensa-tecnología: no basta con ofrecer mano de obra asequible; se requerirá infraestructura, seguridad jurídica, incentivos fiscales y un marco de control de exportaciones coherente.
Dilema ético y reputacional: atraer IED en defensa implica exposiciones a riesgos geopolíticos, sanciones, cadenas sensibles, derechos humanos y transparencia. Esa tensión debe gestionarse con claridad institucional.
Aprovechar el efecto de derrame tecnológico civil: las inversiones en defensa generan spillovers hacia robótica, IA, semiconductores que pueden beneficiar el sector civil. Los países que capitalicen ese efecto podrán convertir músculo militar en músculo económico.
¿Qué tecnología militar estamos hablando?
Para dimensionar el tipo de tecnología que capta IED, el artículo señala varias áreas clave: municiones de alta precisión, artillería moderna, vehículos blindados, sistemas de defensa aérea, satélites militares, drones autónomos, software de mando y control, robótica e IA aplicada a operaciones de vigilancia y guerra. La convergencia con tecnologías civiles —IA, semiconductores, sensores, data analytics— hace que muchos inversores institucionales ya consideren el sector como parte del tech stack global y no sólo del aparato militar.
Conclusión: del gasto bélico al motor de inversión
El aumento del gasto militar y el rearme ya no son solo señales de geopolítica; también son motores de inversión extranjera directa en tecnología avanzada. El cambio ha sido silencioso: de un mundo donde la industria de defensa vivía del interior del Estado, hemos pasado a uno donde la IED privada, global y avanzada en tecnología militar se alinea con la lógica de la globalización tecnológica.
Para las economías que buscan insertarse en esta ola, el tiempo corre: ya no se trata sólo de trabajar barato, sino de ser relevantes en el diseño, control y producción de la tecnología que define la seguridad global. En última instancia, la nueva frontera de la IED no está en cuántos dólares se mueven, sino en cuántos chips, satélites, drones y líneas de software se producen con estándares globales en el país receptor.
En este tablero, la seguridad deja de ser solo una política pública y se convierte en una oferta de inversión. Y quien entienda esto primero tendrá no solo preservación, sino crecimiento.