Costa Rica del bisturí al algoritmo — el cambio urgente del modelo de inversión

IED

Durante décadas, Costa Rica ha sido un caso de éxito global en atracción de inversión extranjera directa (IED). Primero con Intel y los microchips; luego con los dispositivos médicos, que hoy representan el 48% de las exportaciones nacionales y más de $8.000 millones anuales

La entrevista publicada por CRHoy el 10 de noviembre y la reciente nota de La Nación sobre el arancel del 15% que Donald Trump impuso a los dispositivos médicos costarricenses son síntomas de una misma realidad: el modelo de IED basado en manufactura de precisión está llegando a su techo. El mundo cambió, y Costa Rica no puede seguir compitiendo solo con bisturís cuando el futuro exporta algoritmos.

Un liderazgo con pies de barro

El país es hoy el segundo proveedor de dispositivos médicos de Estados Unidos, solo detrás de México, y el tercero a nivel global en equipo médico y terapéutico. En el sector operan 235 empresas, de las cuales 95 son multinacionales y 140 nacionales. Generan 64.000 empleos directos y sustentan cientos de encadenamientos locales. Pero hay un riesgo estructural: diez empresas concentran la mayoría de las exportaciones, y todas dependen del mercado estadounidense. Un solo arancel, como el reciente de Trump, puede erosionar de golpe la competitividad del sector.

Esa vulnerabilidad no es casual; es el resultado de una economía excesivamente especializada en un solo tipo de IED: manufactura médica. Y si bien ese clúster ha sido motor de empleo y divisas, su capacidad de multiplicar conocimiento, innovación y productividad está limitada.

La nueva frontera global de la IED

Las grandes economías —de la Unión Europea a Vietnam— ya entienden que el valor no está en ensamblar, sino en diseñar, programar y administrar conocimiento. Los nuevos proyectos de IED se enfocan en inteligencia artificial, análisis de datos, ciberseguridad, biotecnología y servicios cognitivos.

Mientras tanto, Costa Rica sigue midiendo su éxito por montos de inversión o metros cuadrados de plantas industriales. Esa métrica pertenece al siglo XX, no al ecosistema digital del XXI.

El efecto Intel: la lección olvidada

En 1997, la llegada de Intel cambió la historia del país. Pero su salida parcial hacia Asia una década después dejó una lección que aún no se ha asimilado: ningún inversionista se queda para siempre si el ecosistema no evoluciona con él.

Hoy el país vive una versión 2.0 del mismo fenómeno. Intel fue sustituido por Boston Scientific, Abbott y Philips; la exportación de chips, por dispositivos médicos. El modelo es distinto, pero la lógica es la misma: alta dependencia de un clúster de manufactura sofisticada, escasa diversificación en servicios digitales y poca inversión nacional en I + D. Si el país no corrige el rumbo, corre el riesgo de ver cómo el bisturí repite la historia del chip.

De manufactura avanzada a servicios inteligentes

El cambio no consiste en abandonar la manufactura, sino en mover la frontera hacia servicios modernos que acompañen la revolución tecnológica. Los datos globales lo demuestran: las exportaciones de servicios digitales, financieros, de ingeniería y de IA están creciendo al doble del ritmo de las manufacturas, y atraen una IED mucho más diversificada y resiliente.

Costa Rica tiene el talento, la estabilidad y la energía verde para posicionarse como hub regional de servicios cognitivos. El país podría especializarse en:

  • IA aplicada a biotecnología y salud digital (complementando el actual clúster médico).

  • Análisis de datos y ciberseguridad para empresas globales.

  • Desarrollo de software y automatización industrial.

  • Servicios de sostenibilidad y verificación de trazabilidad ambiental.

Estas áreas combinan valor agregado, empleo calificado y una huella ambiental baja. Y, sobre todo, diversifican el riesgo.

Inteligencia artificial: la oportunidad que no puede perderse

El auge global de la IA no es solo tendencia tecnológica, sino una nueva división internacional del trabajo. Los países que logren atraer inversiones en IA —ya sea en data centers, algoritmos o servicios cognitivos— generarán empleos de mayor valor y controlarán parte del conocimiento que definirá la economía de los próximos 30 años.

La IED en IA no requiere zonas francas tradicionales, sino capital humano avanzado, conectividad de datos y marcos regulatorios para la ética y la privacidad. Costa Rica podría posicionarse como la Estonia verde de América Latina, combinando sostenibilidad, educación y confianza digital.

Pero si seguimos celebrando metros cuadrados de fábricas y no gigabytes de conocimiento, ese tren se irá sin nosotros.

Conclusión: cambiar el guion antes de que cambie el reparto

Costa Rica no está en crisis, pero vive de un éxito que ya no garantiza el futuro. La industria de dispositivos médicos seguirá siendo vital, pero no puede ser la única apuesta.

El mundo de la IED se mueve hacia la inteligencia, los datos y la energía verde. Los países que comprendan esa ecuación atraerán inversiones con propósito y resiliencia; los que no, quedarán anclados en un pasado de ensamblaje y dependencia.

El reto de la próxima década es convertir la estabilidad en innovación, la manufactura en conocimiento y la IED en desarrollo real. No se trata de dejar de fabricar dispositivos médicos, sino de empezar a exportar inteligencia.

Sandro Zolezzi

Chileno-Costarricense. Ingeniero Civil-Industrial con énfasis en optimización de recursos de la Universidad de Chile, con una Maestría en Administración de Negocios con énfasis en economía y finanzas del INCAE Business School de Costa Rica.

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