República Dominicana: De la playa a la planta — el giro estructural de sus exportaciones
Durante décadas, la República Dominicana fue sinónimo de turismo. Sus playas paradisíacas y resorts de lujo le garantizaron un flujo constante de divisas y una imagen internacional envidiable. Sin embargo, en el nuevo orden global de la inversión extranjera directa (IED), el país está redibujando su modelo de desarrollo: de una economía de servicios tradicionales basada en visitantes extranjeros, hacia un polo manufacturero dinámico, tecnológicamente más sofisticado y cada vez más integrado en cadenas de valor industriales.
Según fDi Intelligence (2025), la República Dominicana fue en 2024 el tercer exportador de dispositivos médicos de América Latina y el Caribe, detrás de México y Costa Rica, un salto impresionante para una economía que hasta hace poco dependía casi exclusivamente del turismo, la construcción y las remesas. Este viraje no es casual: es el resultado de una política de diversificación estratégica, del aprovechamiento del nearshoring y del fortalecimiento de sus zonas francas industriales, que hoy concentran más de 82 parques activos, 840 empresas y más de 200.000 empleos directos.
Del turismo al valor agregado: un cambio estructural en marcha
Durante años, la estructura exportadora dominicana fue altamente vulnerable: más del 60% de sus ingresos en divisas provenían de turistas no residentes. La pandemia del COVID-19 expuso brutalmente esta dependencia: el PIB se contrajo 6,7% en 2020, y la balanza de pagos sufrió una caída histórica.
Pero la crisis también actuó como catalizador. A partir de 2021, el país aceleró su apuesta por la manufactura liviana y el ensamblaje de productos de alta demanda global, como dispositivos médicos, electrónicos, confecciones técnicas y productos farmacéuticos. Hoy, las exportaciones manufactureras superan los $12.000 millones anuales, con un crecimiento promedio del 10% anual desde 2019.
El sector de dispositivos médicos y farmacéuticos ya representa el 26% de las exportaciones totales, impulsado por empresas estadounidenses y europeas atraídas por los incentivos fiscales, la estabilidad política y la proximidad geográfica a Estados Unidos. Entre las compañías ancla destacan Medtronic, Johnson & Johnson, Cardinal Health y B. Braun, que han consolidado al país como un nodo manufacturero confiable del Caribe.
Las zonas francas: motores del nuevo modelo dominicano
El corazón del cambio estructural dominicano son sus zonas francas, que a diferencia de los modelos tradicionales latinoamericanos, han evolucionado hacia parques industriales integrados, sostenibles y de servicios compartidos.
Estos enclaves ya no solo ensamblan productos: también albergan centros de innovación, laboratorios de control de calidad, hubs logísticos y unidades de servicios empresariales.
El gobierno dominicano ha fortalecido el marco regulatorio para atraer IED de largo plazo, incluyendo:
Exenciones fiscales de hasta 15 años en el impuesto sobre la renta.
Cero aranceles a la importación de insumos y equipos.
Procesos aduaneros simplificados bajo un régimen digital.
Políticas activas de infraestructura logística en puertos y aeropuertos.
De acuerdo con el Consejo Nacional de Zonas Francas, el empleo en manufactura de exportación creció un 14% entre 2019 y 2024, recuperando completamente las pérdidas de la pandemia.
Comparación con Costa Rica: dos modelos, un destino común
Costa Rica y República Dominicana comparten algo esencial: la capacidad de transformar sus modelos productivos gracias a la inversión extranjera directa. Pero los caminos han sido distintos.
Costa Rica dio el salto hace más de dos décadas, cuando atrajo a Intel en 1997 y comenzó su transición hacia una economía del conocimiento.
En 2024, el 58% de sus exportaciones de servicios correspondieron a servicios basados en conocimiento (SBC) —software, ciberseguridad, analítica, back office y servicios financieros.
Las empresas IED de servicios sumaron 252 operaciones activas, generando 117.000 empleos directos, frente a 171 empresas manufactureras y 77.000 empleos industriales (CINDE, 2024).
Su fortaleza no radica en volumen, sino en sofisticación, estabilidad institucional y talento humano bilingüe altamente calificado.
República Dominicana, en cambio, todavía depende fuertemente del turismo (18% del PIB) y no ha logrado expandir sus exportaciones de SBC.
El país no figura aún entre los principales destinos latinoamericanos para inversión en servicios digitales o BPO, aunque su costo laboral competitivo y la cercanía a Miami ofrecen ventajas naturales.
Su desafío es avanzar hacia una economía híbrida, donde el turismo y la manufactura convivan con un ecosistema de innovación digital y sostenibilidad.
Ambos países, sin embargo, se benefician del nearshoring, que está reconfigurando las cadenas de suministro desde Asia hacia América Latina, favoreciendo destinos geográficamente próximos y políticamente estables.
El giro global: menos CAPEX, más conocimiento
El artículo de fDi Intelligence subraya un fenómeno global: la “desmaterialización” del impacto de la IED.
El cuadro “The Weakening FDI Job Dividend” evidencia que entre 2010 y 2025, el empleo por millón de dólares de CAPEX cayó drásticamente en la mayoría de los sectores manufactureros tradicionales, mientras que en Software & IT aumentó 55,5%.
Esto implica que el éxito de un país ya no se mide por el monto de inversión física, sino por la cantidad y calidad del talento que atrae, la innovación que genera y la integración que logra con su entorno productivo.
República Dominicana y Costa Rica ilustran esa dicotomía:
Una (Costa Rica) liderando el salto hacia el conocimiento.
La otra (República Dominicana) consolidando su manufactura, pero con la necesidad urgente de invertir en capital humano, I+D y servicios digitales.
Los desafíos del futuro dominicano
El avance manufacturero de la República Dominicana no garantiza sostenibilidad. Existen tres riesgos que deben gestionarse:
Baja productividad laboral: Aunque el país ha atraído empresas globales, el valor agregado local sigue siendo bajo. Los encadenamientos con proveedores nacionales no superan el 20%.
Déficit de capital humano especializado: Menos del 15% de la fuerza laboral en zonas francas posee formación técnica o universitaria en ingeniería o ciencias aplicadas.
Dependencia fiscal y energética: La manufactura intensiva requiere energía estable y barata; el país aún depende en gran medida de combustibles fósiles importados.
El reto no es solo atraer más inversión, sino convertir cada dólar invertido en desarrollo sostenible, empleo de calidad e innovación local.
Lecciones para América Latina
El caso dominicano demuestra que la región puede reinventarse si entiende tres principios estratégicos:
La IED no es un fin, sino un medio. No basta atraer capital; hay que medir su efecto multiplicador en valor agregado, productividad y transferencia de conocimiento.
La manufactura ya no es suficiente. El futuro pertenece a las economías mixtas que combinen fábricas con laboratorios, software con sostenibilidad, exportaciones físicas con servicios digitales.
El talento es la nueva infraestructura. Los países que inviertan en educación técnica, bilingüismo y competencias digitales atraerán a las empresas del mañana.
Costa Rica ya lo entendió y construyó un modelo de resiliencia exportadora que le permitió capear la pandemia. República Dominicana está comenzando ese camino.
Conclusión: más allá del turismo, un país que fabrica su futuro
La República Dominicana está dejando de vender solo su belleza natural para vender su talento, su ubicación y su determinación industrial.
Su salto hacia la manufactura de dispositivos médicos es solo el inicio de una transformación más profunda: una que exige políticas industriales inteligentes, incentivos de nueva generación y una visión de país a largo plazo.
En la era del conocimiento, los países que comprendan que la IED no se mide en dólares, sino en impacto estructural serán los que realmente conquisten el futuro.
Y entre ellos, tanto Costa Rica como República Dominicana tienen la oportunidad —y la responsabilidad— de liderar Centroamérica y el Caribe del mañana.