Por qué la IA y las nuevas tecnologías están agrandando —y en parte revelando— la brecha de género laboral
Vivimos una era de trasformación radical: la inteligencia artificial, el cloud computing, la automatización y las nuevas plataformas digitales están redefiniendo qué significa trabajo calificado. Lo hacen a una velocidad tal que no alcanza con adaptarse: participan quienes ya tienen acceso. Y hoy la evidencia muestra algo alarmante: muy pocas mujeres están accediendo a esos nuevos roles tecnológicos. Esa exclusión no es inocua: está alimentando una brecha salarial de género que amenaza con volverse estructural.
Un reciente estudio de Wharton revela que el déficit femenino en empleos que usan tecnologías emergentes —IA, blockchain, nubes, nuevas herramientas de desarrollo— es una de las causas centrales del aumento de la brecha de ingresos en el sector tech. En otras palabras, no se trata solo de discriminación salarial ni de techos de cristal: se trata de acceso desigual a las tecnologías que hoy determinan el valor de mercado.
Una evidencia contundente
El artículo de Wharton se basa en una investigación publicada en la revista MIS Quarterly, en la que se muestran dos patrones profundos:
Las mujeres postulan y aceptan, en proporción mucho menor que los hombres, a cargos que demandan expertise en tecnologías emergentes.
Los cargos que mejor remuneran son precisamente los que exigen ese expertise: uso avanzado de IA, cloud, plataformas modernas, programación con tecnologías recientes.
El resultado: incluso ante una misma calificación académica, la diferencia de salario entre hombres y mujeres se amplía en la medida que la remuneración depende del uso de esas tecnologías.
¿Por qué tan pocas mujeres eligen trabajar con tecnologías emergentes?
Para entenderlo, debemos mirar dos dimensiones: estructural y cultural, pero también de incentivos y percepciones personales.
1. Brecha persistente en STEM
Aunque las mujeres representan cerca del 35% de las graduadas en carreras STEM a nivel mundial, su participación en la fuerza laboral tecnológica es sustancialmente menor. En 2024, por ejemplo, solo cerca del 28-29% de los empleos STEM eran ocupados por mujeres. Incluso cuando acceden, ellas tienden a concentrarse en ramas menos remuneradas o con menor demanda de tecnologías emergentes. Esto refleja un fenómeno conocido: la fuga en la tubería (leaky pipeline), donde la presencia femenina disminuye conforme se avanza hacia posiciones de mayor especialización o responsabilidad.
2. Autoexclusión y autocensura
Las conclusiones del estudio de Wharton apuntan no solo a barreras externas, sino también a decisiones internas: muchas mujeres optan por no postular a puestos expuestos a altas exigencias tecnológicas —ya sea por desconfianza, por incompatibilidad percibida con responsabilidades familiares, por falta de referentes o por autocensura ante la alta competencia demandada. Este fenómeno no es anecdótico: el uso intensivo de IA, cloud y frameworks modernos implica horarios exigentes, procesos de capacitación continuos, constante actualización. Esa carga extra, en un mundo donde las brechas de género aún en vestigio estructural (cuidados, roles familiares, expectativas sociales), desalienta la participación femenina.
3. Falta de políticas estructurales de igualdad en tecnología
El sistema educativo, los programas de formación, las empresas e incluso las políticas de género muchas veces no se han adaptado al nuevo paradigma: preparar talento no basta; hay que preparar talento para el nuevo ecosistema digital. No basta con alentar a mujeres a entrar en STEM: hay que asegurar que tengan oportunidades reales de acceder a trabajos relacionados con tecnologías emergentes.
El costo colectivo de esta exclusión
La subrepresentación femenina en tecnologías emergentes no es solo una injusticia individual: es un desperdicio estructural de talento.
Las empresas pierden diversidad cognitiva, lo que empobrece la innovación. Estudios recientes demuestran que equipos diversos —de género, background, pensamiento— desarrollan soluciones más creativas, robustas y menos sesgadas.
Las economías pierden competitividad: cuando solo la mitad del talento disponible participa en los empleos que crean el valor más alto, se limita el potencial de crecimiento, exportación de servicios y desarrollo tecnológico.
Se perpetúa la inequidad: la brecha salarial no se cierra solo con igualdad de salario, sino con igualdad de acceso al tipo de trabajo que paga más.
Este efecto es especialmente grave en América Latina, donde la brecha de género en STEM ya existe, y la digitalización y la automatización crecen aceleradamente.
Romper el círculo: tres urgencias para cerrar la brecha de género digital
Para revertir esta tendencia y democratizar la participación de mujeres en la nueva economía digital, es necesario un esfuerzo estructural en tres niveles:
1. Educación y formación orientada a tecnologías emergentes
Incentivar desde la infancia el interés por matemáticas, lógica, ciencias y programación.
Diseñar programas universitarios y técnicos ajustados a las demandas del mercado actual, con enfoque en IA, cloud, data, ciberseguridad, etc.
Ofrecer becas, mentorías y rutas de aprendizaje flexibles, que consideren barreras de género, cargas familiares o desigualdades sociales.
Fomentar redes de mujeres en tecnología, proyectos colaborativos y liderazgo, para generar referentes visibles y romper autocensuras.
2. Políticas activas de igualdad en empresas y Estado
Instituir programas de igualdad de oportunidades en contratación y promoción en empresas TIC: asegurando que las vacantes con altos salarios y tecnologías emergentes sean equitativas.
Crear incentivos (subsidios, créditos, reconocimiento) para empresas que contraten y capaciten mujeres en roles tecnológicos de alto valor.
Garantizar condiciones laborales compatibles con la vida personal: flexibilidad, corresponsabilidad doméstica y cuidado.
3. Gobernanza de la brecha digital y monitoreo de datos
Recoger datos desagregados por género en empleo tech, salarios, funciones, uso de tecnología emergente.
Publicar informes periódicos que permitan visibilizar avances, cuellos de botella y brechas persistentes.
Incorporar metas concretas de paridad de género en estrategias nacionales de desarrollo digital, innovación e I+D.
Conclusión
La revolución tecnológica no es neutral. Si no hacemos nada, las tecnologías emergentes —IA, cloud, big data— no harán más que reproducir y profundizar las inequidades de género. Pero si actuamos con intención, podemos convertir esta tendencia en una oportunidad histórica. Cerrar la brecha de género en tecnología no es un asunto de equidad moral solamente: es una decisión económica, social y estratégica. Significa aprovechar todo el talento humano disponible, enriquecer la innovación, mejorar la competitividad y construir sociedades más justas. El estudio de Wharton nos está advirtiendo: la próxima ola tecnológica va a beneficiar principalmente a quienes ya están dentro del sistema. La pregunta que debemos responder no es si queremos paridad de género, sino si queremos desperdiciar talento, crecimiento y futuro.