La ilusión de la diversificación: el vacío estratégico detrás del modelo exportador costarricense
Artículo mencionado en CRHoy. Link del artículo.
Costa Rica lleva tres décadas contándose una historia de éxito: que es un país abierto, exportador y receptor ejemplar de inversión extranjera directa (IED). En efecto, los números brutos lo confirman. En 2024, las exportaciones de bienes alcanzaron cerca de los $19.000 millones, con los dispositivos médicos representando casi la mitad del total (48%), y la IED superando los $5.000 millones anuales.
Sin embargo, bajo esa narrativa de éxito se esconde una fragilidad institucional que amenaza con erosionar la capacidad del país para sostener su modelo. Lo que parece dinamismo exportador es, en realidad, una concentración peligrosa disfrazada de estabilidad. Costa Rica exporta más que nunca, pero piensa menos que antes en lo que exporta.
Un modelo que confunde crecimiento con diversificación
Un estudio reciente publicado en la revista LOGOS demuestra que los 20 principales productos concentran cerca del 70% de las exportaciones de bienes y que la concentración de los países importadores —medida por el índice de Herfindahl— aumentó a 0,64, lo que indica un nivel alto de dependencia. Además, la distancia promedio entre Costa Rica y sus socios comerciales es de apenas 2.381 kilómetros, reflejando una estructura de comercio regionalizada y poco diversificada.
En términos simples: exportamos mucho, pero siempre lo mismo y hacia los mismos mercados.
La reciente declaración de un ejecutivo de PROCOMER —publicada en La Nación bajo el título “La diversificación de las exportaciones les corresponde a los empresarios”— confirma algo preocupante: que el país carece de una estrategia institucional clara para diversificar productos y destinos. Si la responsabilidad de innovar se traslada al empresario individual, el Estado renuncia a su papel de estratega del desarrollo.
De tratados a estrategias: el eslabón perdido
Costa Rica cuenta con una de las redes de tratados de libre comercio más amplias de América Latina: 14 acuerdos comerciales que abren acceso preferencial a dos tercios del PIB mundial. COMEX ha hecho su parte negociando apertura de mercados, y PROCOMER ha sido eficiente como promotora operativa de exportaciones.
El problema no está en la estructura, sino en la ausencia de un cerebro coordinador que conecte la apertura comercial con la inteligencia productiva. En otras palabras: tenemos el acceso, pero no la estrategia.
Un país que solo promueve lo que ya exporta corre el riesgo de quedar atrapado en la comodidad de su éxito. Mientras tanto, el mundo está cambiando: los flujos de IED se desplazan hacia servicios basados en conocimiento, inteligencia artificial, biotecnología y energías limpias, sectores donde Costa Rica tiene talento, pero no enfoque.
La trampa de la manufactura de precisión
La dependencia de los dispositivos médicos como principal motor exportador repite un patrón ya conocido. Hace 25 años, el país dependía de los microchips de Intel. Aquella historia terminó con la relocalización de la planta hacia Asia, y una economía que perdió, de la noche a la mañana, su producto estrella.
Hoy, el bisturí reemplazó al chip, pero la estructura no cambió. Según PROCOMER, más de 60.000 empleos provienen del sector de dispositivos médicos, pero el 47% de las exportaciones sigue dependiendo de Estados Unidos y el 90% de las ventas externas proviene de solo 10 empresas.
La pregunta es inevitable: ¿cuántos aranceles o disrupciones tecnológicas más puede soportar este modelo antes de repetir el ciclo de Intel?
La debilidad institucional: confundir promoción con estrategia
PROCOMER es una institución técnicamente sólida y reconocida internacionalmente. Pero su reciente postura evidencia una confusión conceptual: ser promotor no implica ser estratega.
La promoción comercial es una función operativa —ayudar a las empresas a exportar—, mientras la estrategia nacional de diversificación requiere inteligencia de mercado, coordinación interinstitucional y prospectiva tecnológica.
Cuando PROCOMER afirma que la diversificación “les corresponde a los empresarios”, en realidad está admitiendo la ausencia de una política de Estado para construir nuevos motores exportadores. Esa afirmación, aunque probablemente no intencional, revela una crisis silenciosa de gobernanza económica: las instituciones públicas están cumpliendo funciones administrativas, pero nadie está pensando el modelo de desarrollo del país.
El costo de no anticipar
Los países que logran sostener su competitividad en el tiempo —como Irlanda, Corea del Sur o Singapur— no dependen de la inercia del mercado, sino de la anticipación institucional. Invierten en prospectiva, inteligencia comercial y formación de talento para la siguiente frontera tecnológica.
Costa Rica, en cambio, parece satisfecha con administrar el presente. Pero los riesgos ya están sobre la mesa:
El nuevo arancel del 15 % impuesto por Estados Unidos a los dispositivos médicos muestra la vulnerabilidad del sector.
El bajo nivel de diversificación geográfica limita la capacidad de reacción ante crisis globales.
La falta de nuevos sectores de servicios modernos reduce la creación de empleos calificados.
Si no se corrige el rumbo, el país podría enfrentar una desaceleración estructural de su modelo exportador, más grave que cualquier crisis coyuntural.
Hacia un Estado con visión de futuro
Lo que Costa Rica necesita no es una reforma cosmética, sino una reingeniería de propósito institucional. El país requiere un Consejo Nacional de Estrategia Productiva y de Exportaciones, capaz de articular a COMEX, PROCOMER, CINDE, MICITT, universidades y sector privado bajo una visión común: transformar la apertura comercial en sofisticación productiva.
Esa instancia debería priorizar tres objetivos:
Identificar los sectores de exportación del futuro, con base en inteligencia artificial, biotecnología, servicios digitales y sostenibilidad
Redefinir los incentivos de IED, orientándolos hacia innovación, talento y encadenamientos locales, no solo hacia exenciones fiscales
Convertir los tratados de libre comercio en plataformas activas de diversificación, no en vitrinas diplomáticas
Conclusión: la zona de confort institucional
Costa Rica está atrapada en una zona de confort institucional, donde la eficiencia operativa ha sustituido la visión estratégica. Mientras el mundo compite por atraer inversión en conocimiento, el país sigue celebrando récords de exportaciones concentradas y discursos autocomplacientes.
La evidencia empírica es clara: la diversificación no ocurre sola. Requiere dirección, inteligencia y propósito. Si el Estado renuncia a su papel de estratega, el país dependerá eternamente de la suerte de sus empresas ancla.
El verdadero desafío no es exportar más, sino exportar distinto. Y para lograrlo, Costa Rica debe recuperar algo que parece haber extraviado: instituciones que piensen el futuro, no que administren el pasado. El país que no diseña su estrategia termina ejecutando la de otros.